Los niños y las niñas no aprenden lo que le enseñan los adultos, aprenden de nosotros, desde el ejemplo que les damos; y esto sucede de este modo porque nuestro cerebro humano está programado para hacerlo así. La imaginación y la emoción siempre ganan a la razón. Niños y niñas aprenden de sus adultos referentes a nivel emocional. Cuando los adultos referentes toman conciencia de esta realidad, descubren que el vínculo y la mirada es lo que condiciona la calidad de cualquier relación educativa, también en la escuela.
No se trata de creencias, es neurociencia.